viernes, 24 de diciembre de 2010

lunes, 20 de diciembre de 2010

Desmemoria histórica en el centenario de Miguel Hernández.

La mentira oficial en torno a Miguel Hernández. "Lo mataron por ser republicano y comunista". Ni lo mataron ni fue condena por eso. Y gracias a un General carlista se le conmutó la pena de muerte.

Se ha conmemorado a lo largo del año que acaba el centenario del nacimiento del poeta oriolano Miguel Hernández. Los actos oficiales e institucionales han dejado el regusto amargo de ministerio de cultura soviética, sin detenerse a valorar la obra literaria de Miguel Hernández. Cierto es que el ciego compromiso político comunista de Miguel Hernández copa gran parte de su producción literaria, sin embargo tampoco es justo reducirla exclusivamente a sus exaltadas soflamas de trinchera, pues precisamente el valor literario de las mismas es infinitamente menor que otras producciones. En cualquier caso, ya que el tenor de esta conmemoración ha sido más político que literario, procede salir al quite de las embestidas que contra la Verdad Histórica se han venido dando a lo largo de este año.

Miguel Hernández fue el único escritor comunista de cierta relevancia que continuó en España tras el fin de la guerra. Algo significativo, pues el resto de sus camaradas escritores ya disfrutaban de un acomodadísimo exilio organizado por las autoridades comunistas. Seguramente en el hecho de dejar a Miguel Hernández en la estacada tuvo algo que ver el enfrentamiento que este protagonizó con Rafael Alberti y su querida María Teresa León. Estos eran muy dados a organizar pantagruélicas fiestas en la retagurdia del Madrid rojo. El abuso de la comida y el alcohol y el escarnio contra la religión de las mismas (pues solían muchas veces sus asistentes disfrazarse con los objetos religiosos saqueados de las iglesias) eran la tónica general. En una de esas fiestas irrumpió Miguel Hernández que indignado por la frivolidad de sus camaradas estalló y se acercó a Alberti para decirle: “Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta”. El poeta gaditano le animó a que lo dijera en voz alta al resto de asistentes, y Miguel lo que hizo fue escribirlo en una pizarra. Hay quien asegura que el desencuentro venia aún de más atrás, pues Alberti siempre tuvo a Miguel Hernández como un mero escritor rural influenciado por la poesía religiosa. Desentendidas las autoridades comunistas del poeta oriolano (salvajes criminales como Carrillo ya estaba disfrutando de una posición privilegiada por la URSS) este vagó por España y Portugal, siendo detenido y al mismo tiempo puesto en libertad. Hasta que finalmente en una visita a su pueblo alguién lo vuelve a delatar. Juzgado de acuerdo a las leyes vigentes es condenado a muerte por rebelión, delito en el que incurrían los comisarios políticos del Frente Popular, tal como fue el caso de Miguel Hernández. No se trataba de un abuso de retaguardia, sino de la aplicación de unas leyes militares comunes a todas las guerras, contra las que ningún iuspositivista al estilo por ejemplo de un Péces-Barba (jurista oficial del socialismo) podría decir nada. Tampoco se retorció la legislación positiva condenando a muerte la opinión, como sí fue el caso de la represión del gobierno de de Gaulle contra los franceses partidarios del régimen de Vichy tras 1945, que acabó con la vida de más de 100.000 de ellos, la mayoría de las veces sólo por ser católicos y discrepar de de Gaulle. Miguel Hernández, además de activo propagandista comunista en la retaguardia, fue comisario político de la Brigada del tristemente conocido comunista "El Campesino", conocida por su crueldad con los prisioneros.

En cualquier caso la suerte de Miguel Hernández cambió gracias a la intermediación del bilaureado General José Enrique Varela. El General Varela, por aquel entonces era Ministro del Ejército. Su hoja de servicios fue impresionante, y ascendió siempre por heróicos méritos de guerra hasta General, particularmente por su valentía durante la guerra de Marruecos. Pese a su condición de militar su identificación con las ideas carlistas era total, hasta el punto de participar en la organización del Requeté. Al General Varela se le debe el texto de la Ordenanza del Requeté. Al acabar la guerra además contraerá matrimonio con doña Casilda Ampuero y Gandarias, ilustre dama vizcaína que habia sido Delegada Nacional de Frentes y Hospitales durante la guerra, organización carlista en la que estaban encuadradas las margaritas y todos los que no podían ir al frente para prestar sus servicios en los hospitales de sangre de la retagurdia. Pues bien, fue el General Varela quien intercedió directamente por la vida de Miguel Hernández en una reunión mantenida con Franco el 18 de enero de 1940. Habia muchos escritores de la España Nacional empeñados en la conmutación de la pena de muerte para Miguel Hernández, pero fue el General Varela quien por su posición y autoridad determinó que finalmente se le concediese la clemencia al poeta oriolano, con quien no tenia ninguna relación personal previa. La pena de muerte fue finalmente conmutada, sin que se le solicitase ni siquiera arrepentimiento alguno al poeta. Su pena de prisión fue incluso revisada con los años. Miguel Hernández habria salido de prisión en los años cincuenta de no haber sufrido una cruel tuberculosis que acabó con su ya de por si frágil salud.