miércoles, 29 de julio de 2009

Humillación en Gibraltar


Ni los gobiernos más débiles y cobardes de estos últimos trescientos años se atrevieron a tanta indignidad (¿no estaremos ante el gobierno más débil y cobarde de la Historia?). Cuando la ocupación del Peñón es la única causa del atraso económico y social de las comarcas circundantes, el indeseable Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación (con el enemigo) ha realizado la gran payasada de firmar acuerdos internacionales con una parte del territorio español, hoy ocupado.

Todas las tendencias políticas han coincidido en mayor o menor medida en la indiscutible españolidad del Peñón. Cuando el Reino Unido reabrió su embajada en España los estudiantes del sindicato oficialista SEU y del sindicato carlista clandestino AET dejaron momentáneamente sus violentas discrepancias para unirse en una unánime protesta contra la vuelta de los piratas británicos. Las calles del Madrid de la postguerra vivieron momentos de enorme tensión ante la patriótica protesta de una juventud que reclamaba la obviedad de un Gibraltar Español. El Verbo de la Tradición, Juan Vázquez de Mella realizó uno de los más finos análisis geoestratégicos sobre la importancia del Peñón:


"..... Y ved, que el Estrecho de Gibraltar es el punto central del planeta, que allí está escrito todo nuestro Derecho Internacional; parece que Dios, previendo la ceguedad de nuestros estadistas y políticos parlamentarios, se lo ha querido poner delante de los ojos para que supiesen bien cuál era nuestra política internacional. Es el punto central del planeta: Une cuatro continentes; une y relaciona el continente africano con el continente europeo; es el centro por donde pasa la gran corriente asiática y donde viene a comunicarse con las naciones mediterráneas toda la gran corriente mediterránea; es más grande y más importante que el Skagerrak y el Kattegat, que el gran Belt y el pequeño Belt, que al fin no dan paso más que a un mar interior, helado la mitad del tiempo; es más importante que el canal de la Mancha, que no impide la navegación por el Atlántico y el Mar del Norte; es muy superior a Suez, que no es más que una filtración del Mediterráneo, que un barco atravesado con su cargamento puede cerrar, y que los Dardanelos, que, si se abrieran a la comunicación, no llevarían más que a un mar interior; y no tiene comparación con el canal de Panamá, que corta un continente. Dios nos ha dado la llave del mar latino. La geología, la geografía, la topografía, las olas mismas del Estrecho chocando en el acantilado de la costa nos están diciendo todos los días: Aquí tenéis la puerta del Mediterráneo, y la llave; aquí está vuestra grandeza...".

El Servicio de Prensa y Documentación de la Comunión Tradicionalista hace las siguientes consideraciones de la máxima actualidad:

[Agencia FARO] Madrid, julio 2009. Los medios de información del sistema ya se han aprestado a llenarse de "serpientes de verano" para ocultar la indignación producida por la visita del Ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno (de ocupación) de España, Miguel Ángel Moratinos, al presidio de Gibraltar, el pasado día 21, acto de alta traición que supone la renuncia a trescientos años de relativa coherencia en los gestos diplomáticos de todos los gobiernos de Madrid.Según el Tratado de Utrecht (1713), única justificación posible --de dársele por válido-- de la presencia británica en el Peñón, mientras Gibraltar permanezca en manos británicas (siempre sin soberanía), debe estar incomunicado del resto de España por vía terrestre, y carece de aguas territoriales.
El Tratado de Utrecht también establece la permanencia de los habitantes originales y de la Iglesia Católica (condiciones ambas violadas por los británicos desde el inicio), así como la prohibición de establecimiento en el Peñón de moros y judíos, que hoy forman buena parte de la colonia de escoria del Mediterráneo que Gran Bretaña llevó allí, y que carece de derecho alguno, como fue reconocido incluso por la ONU en varias resoluciones durante la década de 1960. Es decir: el territorio debe volver a control español sin la población que actualmente lo ocupa, cuya obligada evacuación es de exclusiva responsabilidad británica.
Si se hubieran mantenido la verja que encerraba Gibraltar hasta el juancarlismo (que fue retirada por consenso de todas las fuerzas políticas "democráticas") y la restricción del espacio aéreo y marítimo y de todas las comunicaciones, hace tiempo que los británicos habrían abandonado Gibraltar, por insostenible. Por el contrario, los sucesivos gobiernos constitucionales han hecho más y más fácil la vida de la colonia pirata, cerrando los ojos ante el tráfico delictivo de sustancias y de capitales del cual es centro; ante la usurpación de aguas territoriales españolas y del istmo, sobre el cual han construido su aeropuerto; ante la multitud de incidentes --en ocasiones con gravedad de casus belli-- que los militares británicos y el ilegal gobierno de la colonia han provocado, en significativo crescendo desde que Rodríguez Zapatero ocupa La Moncloa.
Ahora, abandonando cualquier apariencia de dignidad, Miguel Ángel Moratinos se reúne, en pie de igualdad, con el Secretario del Foreign Office británico, David Milliband, y con el ministro principal del llamado Gobierno de Gibraltar, Peter Caruana. Anuncia convenios de cooperación y acuerdos fiscales con el ilegal gobierno de la colonia, y recibe los elogios de éste. Ni una palabra sobre el ilegal aeropuerto del istmo, desde el cual el Gobierno (de ocupación) de España autorizó hace algún tiempo vuelos directos con Madrid.
Sin olvidar que a estos extremos de indignidad se ha llegado por un camino que pasa por la integración de España en la OTAN (llevada a cabo por el PSOE en tiempos de Felipe González) y la progresiva entrega al eje sionista anglonorteamericano (acelerada por los gobiernos del PP de José María Aznar), los actos de esta semana representan por sí mismos causa (una más; FARO ha dejado constancia de muchas otras) justificada para el derribo, por cualquier medio lícito, de un Gobierno y de un régimen radical y esencialmente contrarios a España, a sus legítimos intereses y a su misma existencia.


"Gibraltar español, unión con Portugal, Marruecos para España, confederación con nuestras antiguas provincias de Ultramar, es decir, integridad, honor y grandeza; he aquí el legado que, por medios justos, yo aspiraba a dejar a mi patria.

"Si muero sin conseguirlo, no olvidéis vosotros que esa es la meta, y que para tocarla es indispensable sacudir más allá de nuestras fronteras las instituciones importadas de países que ni sienten ni razonan, ni quieren como nosotros, y restaurar las instituciones tradicionales de nuestra historia, sin las cuales el cuerpo de la nación es cuerpo sin alma."


Carlos VII, Testamento Político. Venecia, 6 de enero de 1897

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