sábado, 21 de agosto de 2010

Carlos Hugo ante el reto de la historia.

Carlos Hugo (de Borbón Parma) nació en el exilio en París el 8 de abril de 1930, segundo de los hijos y primero de los varones de Don Francisco Javier de Borbón y Braganza y de su esposa Doña Magdalena de Borbón Busset. Don Javier, su padre, se convirtió en jefe de la Junta Suprema Carlista de Guerra en 1936 y pocos meses después en Príncipe Regente, a la muerte del Rey Don Alfonso Carlos. La conspiración, el Alzamiento Nacional, la guerra, nuevamente el exilio y en éste su captura por los nacionalsocialistas alemanes y su internamiento en campos de concentración --sería liberado del de Prax, con la salud quebrantada, en mayo de 1945-- no permitieron a Don Javier ocuparse personalmente de la educación de su primogénito; de lo cual habría de lamentarse años más tarde.

Tras un período de apartamiento de la Familia Real y de la Causa carlista, el entonces Príncipe de Asturias, Don Carlos Hugo, retornó a las mismas en 1956, y en mayo 1957 fue presentado en el anual acto de Montejurra por don Rafael Gambra Ciudad (quien años más tarde se convertiría en Jefe de la Secretaría Política de Don Sixto Enrique, hermano de Carlos Hugo y actual Abanderado del Carlismo).

Los años que siguieron fueron de entusiasmo y de fortalecimiento del Carlismo, de la Comunión Tradicionalista, que salió con fuerza de la semiclandestinidad en que vivía desde 1937. Don Carlos Hugo, de personalidad atractiva y aparentemente entregado a la Causa, ganaba apoyos por todas partes. Muchos pensaron que el General Franco se vería obligado a reconocerlo como su sucesor, ya que había rechazado a su padre, Don Javier (legítimo Rey de las Españas desde 1952). Esta creencia marca la primera de las desviaciones de la ortodoxia carlista promovidas por Carlos Hugo: el colaboracionismo franquista, que gradualmente se fue intentando imponer a los carlistas.

El 29 de abril de 1964, en las Basílica de Santa María la Mayor de Roma, Carlos Hugo casó con la Princesa Irene de Lippe-Biesterfield, hija de la Reina Juliana de Holanda. De este matrimonio nacieron cuatro hijos: Carlos Javier (1970), los gemelos Margarita y Jaime (1972) y María Carolina (1974).

La década de mil novecientos sesenta trajo la gran tragedia para la Cristiandad que supuso el Concilio Vaticano II, especialmente grave para una causa estrictamente católica como el Carlismo. Amparados en la confusión de aquellos momentos, Carlos Hugo y el equipo que se formó alrededor --en el cual el papel de ideóloga quedó en manos de su hermana la ex Infanta María Teresa, convertida al marxismo más radical, y el de asesor "espiritual" en las del jesuita ultramodernista Arturo Juncosa-- pasó rápidamente del tradicionalismo al franquismo con ribetes demócrata-cristianos, y de éstos a un extraño "socialismo autogestionario". Apartando a quienes habían sido colaboradores y hombres de confianza de su padre el Rey Don Javier, y aprovechando la cada vez más delicada salud de éste, intentó cambiar por completo al Carlismo, poniéndolo al servicio de ideologías y de caprichos diametralmente opuestos a los principios que dicha Causa venía sosteniendo ininterrumpidamente desde 1833.

Para cuando se produjo la ruptura definitiva, en 1975, se había pasado de cientos de miles de militantes entusiastas a unos pocos miles, divididos entre quienes, engañados, creían permanecer fieles a la Dinastía intentando seguir los constantes cambios de Carlos Hugo, y quienes de verdad permanecieron fieles al viejo lema de Dios, Patria, Fueros y Rey legítimo. En 1976 Carlos Hugo provocó graves incidentes en el acto anual de Montejurra, al invitar a toda la extrema izquierda de la llamada Transición, terroristas incluidos. El 7 de mayo de 1977 murió el Rey Don Javier, cuyos últimos meses fueron amargados por el maltrato moral y hasta físico que sufrió a manos de su hijo Carlos Hugo y las hermanas solteras de éste, María Teresa, María de las Nieves y Cecilia, convertidas en sus cómplices. La Reina viuda, Doña Magdalena, denunció todo esto, y su condena llegó hasta a prohibir la presencia en su propio velatorio y funeral, en 1984, de otros hijos que no fueran Doña Francisca y Don Sixto Enrique.

Mientras tanto, Carlos Hugo, erigido en "presidente" del sospechosamente legalizado y mal llamado "Partido Carlista", ya completamente escindido de la Comunión Tradicionalista Carlista, recibió un vergonzoso otorgamiento de la nacionalidad española legal por parte del Usurpador Juan Carlos, con quien se reunió en numerosas ocasiones, y se presentó a las elecciones generales de 1979, en las que obtuvo resultados insignificantes. En 1980 abandonó sin más explicación el "Partido Carlista" que había creado, dejando considerables deudas a quienes quedaban. Poco después se separó de él su esposa, la Princesa Doña Irene. Hoy prácticamente ha desaparecido aquel "Partido Carlista", cuyos escasos miembros se caracterizaron por detestar a Carlos Hugo, después de su defección, más aún que los verdaderos carlistas.

Tras residir en varios países, Carlos Hugo fijó en Bruselas su residencia habitual. En el año 2002 añadió a su larga lista de felonías la de entregar al Gobierno liberal de Madrid el archivo del Rey Don Alfonso Carlos que se conservaba en Puchheim (Austria), incrementado con el que la ex Infanta Cecilia custodiaba en París. Antes y después reiteró en numerosas ocasiones su reconocimiento de Juan Carlos como "rey", y llegó a enviar a hijos suyos a actos de la familia del actual Jefe de Estado.

Ayer ha muerto Carlos Hugo en la barcelonesa Clínica Quirón, la misma a la que al parecer acude con frecuencia el propio Juan Carlos. La corte holandesa se ha hecho cargo de las exequias, que resultan algo extrañas: indignamente dejado primero el cadáver en el Tanatorio San Gervasi, se anuncia su posterior traslado a La Haya, para luego ser llevado a Parma y sepultado en la cripta de la iglesia de la Stecatta. Es necesario recordar que Carlos Hugo nunca llegó a ser legítimo Duque de Parma, y que desde 1975 no ostentaba legítimamente título alguno, por rebeldía contra su Rey y padre y por rechazar los principios fundamentales de la legitimidad española.

El Carlismo, la Comunión Tradicionalista, sigue su historia, bajo el mando de Don Sixto Enrique de Borbón. Que Dios, en su infinita misericordia, se haya apiadado de Carlos Hugo y consuele y guíe a sus hijos. Requiescat in pace.

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