martes, 18 de noviembre de 2008

Mentira histórica y anticarlista cinematográfica. “La buena nueva”.

La Bendición antes del combate.
Auténtica Buena Nueva del Reino de Dios.

Como de sobra sabrán nuestros lectores con motivo de los 175 años del primer grito de “Viva Carlos V” el Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II organizó una digna conmemoración académica y política en Madrid. Entre las ponencias, rigurosas, multidisciplinares y polifacéticas había una que trataba de “El Carlismo en el cine”. En ella el ingeniero industrial Estanislao García detallada y minuciosamente desgranaba la, en general, paupérrima representación del Carlismo en el séptimo arte. Lamentablemente, la tendencia no se invierte con la nueva producción --de título irreverente-- “La buena nueva” en la que tan mal tratada sale la Comunión, Navarra y la Cruzada. Un nuevo fracaso anunciado del cine subvencionado e ideológico (curiosamente el único sector en el que se hace un mínimo atisbo de patriotismo y proteccionismo… contra la esencia de España) que no tiene el más mínimo interés ni para los carlistas ni para el público en general.

La película se inscribe en la tremenda maniobra de manipulación y mentira institucionalizada a la que el PSOE y sus aliados comunistas y separatistas están sometiendo la historia reciente de España. Trata de la historia de Marino Ayerra, un pobre sacerdote secularizado que fue de los pocos modernistas que por aquellos años se infiltraron en la Iglesia en España. Un pobre sacerdote secularizado que juega un papel análogo al de las Casas respecto a la evangelización de América, magnificando y mintiendo sobre la represión del bando nacional contra los hijos de Caín en Navarra. No tuvieron sus mentiras tanta repercusión como la del dominico, pero ahora pagada con el dinero de todos los españoles sus invenciones se proyectan en el cine. La película da además una visión intencionadamente falsa del ambiente de Navarra en los días previos al Alzamiento, tomando como punta de lanza a un pueblo tan carlista como Alsasua, escenario de una de las más importantes victorias del General Zumalacárregui. Se presenta una inexistente resistencia a su liberación al tiempo que se magnifica la influencia de Falange en Navarra.

La historia de Navarra en la Cruzada tiene héroes y sacerdotes de sobra para relatar epopeyas e historias mucho más interesantes a la par que verídicas. La historia del Carlismo se merece de una vez un tratamiento digno en el cine.

No vayan a verla. Si quieren ver un poco de historia real (pese a algún lamentable atisbo de modernismo eclesial) vayan a ver “El Infierno vasco”.
Y para recordar algunas verdades sobre el Carlismo y la Cruzada en Navarra algunos apuntes recientes, de julio de 2003:

Comunicado de las JTE
67 AÑOS DESPUÉS: FIDELIDAD AL 18 DE JULIO

Se está llevando a cabo una campaña institucionalizadade desprestigio, calumnias e injurias contra el Alzamiento religioso y patriótico del pueblo y el ejército español contra la amenaza del estalinismo soviético que dio comienzo el 18 de julio de 1936. Desde que el PP aumento sus cotas de poder las ofensas y las mentiras se han multiplicado. No se atrevió la vesania socialista a una condena unánime en las Cortes españolas como la que tuvo lugar el pasado día 20 de noviembre de 2002. Paralelamente en multitud de municipios se han retirado los símbolos que recuerdan aquella magna fecha, con unas actitudes que poco tienen que envidiar a las de los talibán.
Al mismo tiempo el parlamento navarro lanzó una condena contra los supuestamente 3000 fusilamientos durante la guerra. El Arzobispo Sebastián no fue capaz de llevar hasta sus últimas consecuencias la oposicióna un párrafo claramente irreverente contra la Iglesia Católica. Ni UPN supo tampoco realizar una eficaz oposición a ese texto votando en contra en lugar de abstenerse. ¿Cabe mayor ignominia? Y es que el texto navarro apunta cuál es el último de los objetivos deesta supuesta recuperación de la memoria histórica, orquestada desde la fundación Pablo Iglesias (controlada por el infame guerrismo), alabada por todos los grupúsculos de la constelación izquierdosa, y financiada por las arcas del Partido Popular: que la Iglesia Católica se retracte de su apoyo moral y físico al Alzamiento. Pedimos a nuestros obispos no caigan en la trampa, y que en honor a la Verdad, al Magisterio de la Iglesia sobre la guerra justa y en homenaje y recuerdo a las miles de víctimas del comunismo expresen su adhesión al espíritu de la lucha de los combatientes del 18 de julio.
La conmemoración y la reafirmación de las dos premisas fundamentales del 18 de julio (fue una Cruzada y el Requeté salvó a España) no son una actitud nostálgica, sino una reivindicación política de primer orden. Los partidos políticos quieren que la Iglesia pida perdón por la Cruzada para que la orfandad política de los católicos aumente, para que cualquier reacción ante la inmoralidad reinante sea deslegitimada y para que la estrategia postconciliar suicida de reducir la religión al ámbito de lo privado y de las sacristías (sacristías e iglesias que en 1936 no recibieron el respeto de los criminales de la izquierda) llegue a sus últimas consecuencias con el total desarme doctrinal e ideológico de los católicos en la política.
El Carlismo, traicionado tras la Victoria, sin ninguna clase de hipotecas ni componendas se reafirma coherente con su trayectoria histórica de 1936 y proclama un año más su orgullo por el sacrificio para la derrota del marxismo. Aquel 18 de julio se produjo una legítima sublevación contra un poder tiránico, sectario y antiespañol. Es una asignatura pendiente el saber distinguir entre lo legal y lo moral. Y es moral y acorde con nuestra santa Fe católica el tiranicidio y el alzamiento contra los poderes ilegítimos. La República, nacida paradójicamente de unas elecciones municipales en las que los republicanos no obtuvieronni siquiera la mayoría, fue consecuencia de la cobardía de una dinastía usurpadora que se desentendió del futuro de España. Las mismas izquierdas que tanto decían defender la legalidad republicana no tuvieron reparo en alzarse sangrientamente contra ella en 1934 ante el resultado adverso de las urnas. Pero hoy día, por culpa de las derechas burguesas, la izquierda ha elevado a dogma democrático que los levantamientos armados de las izquierdas son revoluciones populares y si esos levantamientos son de signo patriótico y religioso son golpes de Estado. Para el Carlismo el 18 de julio fue ni más ni menos que la culminación gloriosa de muchos años de preparación para un enfrentamiento que se entendía inevitable. Durante la República el Carlismo fue duramente perseguido. Se cerraban periódicos y círculos y se secuestraban libros. Destacados dirigentes de la Comunión sufrieron cárcel. Pero en ningún momento esas medidas disuadieron a las bravas Juventudes de aquel entonces, de las que don Manuel Fal Conde decía que se tendía un puente entre ellas y los voluntarios de la ultima guerra. Y así era, pues el mismo espíritu guerrero que interrumpía los mítines carlistas al grito de “¡Vengan fusiles!” era el que había animado a nuestro pueblo a luchar y a morir por nuestros legítimos reyes a lo largo de tres levantamientos en el siglo XIX, a luchar contra el invasor revolucionario francés, a oponerse a la reimplantación de la constitución de 1812 con los cuerpos de Voluntarios Realistas o a coger las armas para defender los Estados Pontificios.
En este 18 de julio las Juventudes Tradicionalistas quieren hacer una reflexión serena sobre las causas que condujeron al enfrentamiento armado. La República había entrado en una etapa de inestabilidad que se adivinaba desde sus inicios. Los más fervientes republicanos rechazaron el estallido revolucionario subsiguiente a las elecciones de febrero de 1936. LaIglesia, que en ningún momento conspiró contra el poder político, veía como una tenaz persecución se ceñía contra ella. Los más nobles sentimientos religiosos y patrióticos del pueblo español eran sistemáticamente pisoteados. Después de muy arduas negociaciones, Don Javier de Borbón, en nombre deS.M.C. Don Alfonso Carlos I, dio orden al Requeté de unirse a la sublevación. En el camino hubo que exigir mucho. Que se restituyera la bandera roja y gualda, pues no pocos alzados no querían mas que una vuelta al orden dentro de la República. Que se volviese a nuestra tradicional Unidad Católica, enfrentándose incluso a una intervención pública del mismo Francisco Franco que el 1 de octubre de 1936 señaló que el Estado futuro sería aconfesional. Y una vez ganada la guerra dio comienzo una etapa amarga y llena desinsabores para el Carlismo. En muy poco se benefició el Carlismo de su participación, lo que inevitablemente le llevó a ocupar un puesto de oposición doméstica al régimen de Franco (oposición que nada tenia que ver con la de los advenedizos demócratas de los 60). Asimismo, el concurso del Carlismo durante la guerra no estuvo guiado ni por el rencor ni por la venganza. Así se ha recordado en días atrás ante el ofensivo texto firmado por el Parlamento Navarro. La Junta Carlista de Guerra desde los primeros días de la Cruzada se opuso con documentos públicos y actitudes decididas a cualquier actitud de represalia. Don Joaquín Baleztena lo puso de manifiesto en cartas dirigidas a todos los carlistas.
Nuestra Santa Madre la Iglesia Católica tampoco amparó ningún tipo de acto de represalia. Y contribuyó decididamente a una reconciliación que se dio mucho antes de 1975. ¿Podríamos decir lo mismo en el caso de que los rojos hubiesen triunfado? A la vista de las criminales repúblicas soviéticas que se implantaron tras la II Guerra Mundial podemos afirmar que no sin temor a equivocarnos. Ahora toca no olvidar la legitimidad de ese Alzamiento, certificado por la elevación a los altares de tantos mártires de una de las persecuciones religiosas más crueles de la historia.
Tampoco queremos dejar de recordar que coincidiendo con esta magna fecha, el 17 de julio de 2001 S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón firmaba un Manifiesto con el que se reafirmaban los principios de la legitimidad española, haciendo un llamamiento a sus sobrinos para que se adhiriesen públicamente a ellos. El Carlismo, como siempre, debe seguir a la Autoridad para la restauración de las Españas. En ese puesto están las Juventudes Tradicionalistas.
Juventudes Tradicionalistas de España
Julio 2003

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El espíritu del capitalismo. Nuevo libro.


[Agencia FARO] Buenos Aires, 1 noviembre 2008, festividad de Todos los Santos. Ediciones Nueva Hispanidad acaba de publicar el nuevo libo de Rubén Calderón Bouchet, ilustre pensador y caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita, El espíritu del capitalismo. Recogemos del prólogo del profesor Miguel Ayuso (las negritas son de FARO): "Lo que se ha dado en llamar la 'modernidad': el Estado, 'Europa', la secularización o el capitalismo serían, así, sus productos respectivamente en los ámbitos institucional, de civilización, ideológico o económico. Calderón Bouchet, en este ensayo viene a tematizar precisamente esa conexión a partir de la constatación de que el capitalismo fue siempre ajeno, como una suerte de cuerpo extraño, a las expresiones culturales inspiradas y sostenidas genuinamente por la Iglesia Católica. Destaca el autor, ya en las primeras líneas, y desde el ángulo de la historia de las ideas políticas, dos ejes mayores: de un lado, la observación de hasta qué punto el ataque a la Iglesia como institución ha favorecido el espíritu de lucro que daba aliento al capitalismo; de otro, la influencia positiva que la moral calvinista imprimió a su desarrollo. Al tiempo que declara cómo contrae su examen precisamente al 'espíritu' del capitalismo, en relación con la tendencia 'de ver en la economía una fuerza redentora capaz de provocar el advenimiento de un nuevo hombre y, por lo tanto, de un orden social que fuere la réplica, en este mundo, del Reino de Dios'."


Calderón Bouchet, Rubén, El espíritu del capitalismo. Ediciones Nueva Hispanidad, Buenos Aires 2008. Rústica, 508 páginas. ISBN 978-987-1036-46-2. Argentina: $ 80,00. España y Europa: 24,00 €