A medida que se van conociendo más detalles sobre el nuevo proceso de rendición ante ETA, denunciado desde sus primeros indicios por este blog y otros medios carlistas, la indignación general está creciendo. Por sus interés reproducimos la carta publicado en el diario El Mundo el 18 de mayo de 2010 por Ana María Velasco Vidal-Abarca, hija del comandante Jesús María Velasco Zuazola, carlista y jefe de los Miñones alaveses (Policia Foral de Álava) asesinado por ETA el 10 de enero de 1980 y de Ana María Vidal-Abarca, ex-presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Nuestro recordado Jesús María Velasco Zuazola tenia tres condiciones especialmente odiadas por el nacionalismo euzkadiano al ser carlista, militar y representante de una institución foral tradicional. Pese a algún matiz valorativo y conceptual compartimos la preocupación ante la creciente amnistía encubierta que está practicando el gobierno de ocupación de España con los presos etarras y ante las posibles vías de rendición ante el terrorismo que se dejan entrever.
Basta ya
El pasado domingo fue ampliamente difundida la carta que han firmado un grupo de «históricos» presos de ETA en la que afirman que habría que «reconocer y reparar» los daños infligidos a las víctimas del terrorismo, a cambio, eso sí, de concesiones políticas y beneficios penitenciarios. Esta noticia ha sido recibida con satisfacción por el ministro del Interior, precursor de la iniciativa y que desde hace varios meses maquina sobre cómo convencer a los terroristas de que utilicen la vía política que el Gobierno está dispuesto a ofrecer para que el entorno radical vasco defienda sus planteamientos.
Casualmente, la carta coincide en el tiempo con el traslado a Martutene de Arnaldo Otegi, la liberación de Rafa Díez Usabiaga, la no petición de detención de ‘Josu Ternera’ o la desaparición de De Juana. El sagaz ministro nos vende sus maniobras como una estrategia para dividir a los presos de ETA y así debilitar a la banda. Yo le diría a Rubalcaba que tenga cuidado y que no olvide que cualquier actuación política debe estar siempre regida por la ética, ese concepto tan anticuado que se supone que guía el comportamiento moral hacia la búsqueda del bien, en este caso colectivo.
¿Acaso él considera un bien que los terroristas y sus acólitos sigan campando a sus anchas en las instituciones del País Vasco?
En cuanto a la denominación de los presos como «históricos», agradecería muchísimo que alguienme explicase qué quiere decir semejante calificativo. ¿Que pertenecen al pasado? ¿Que su trayectoria es tan gloriosa que merecen pasar a la Historia? Puede que sean históricos, pero los efectos de sus crímenes perduran hasta hoy y lo harán en el futuro en el dolor de cada uno de los familiares de las personas a las que ataron, en la perversión que sembraron en la convivencia de los ciudadanos vascos y en la alteración que produjeron en el devenir de la democracia española.
Decía Aristóteles que la virtud más importante es la Justicia. Si los terroristas son sinceros en querer resarcir a sus víctimas –puesto que no pueden devolverles la vida que les arrebataron– la única forma que tienen de demostrarlo es aceptar que se haga Justicia y estar dispuestos a cumplir sus condenas. El perdón –si es que alguien perdona– no sustituye a la Justicia. Lo ha dicho el Papa la semana pasada en Lisboa. Y el Estado de Derecho tiene la obligación de hacer que la Justicia se aplique. Basta ya de inmorales cambalaches. Basta ya de impunidad. Basta ya de excarcelaciones arbitrarias. Déjennos de eufemismos «históricos» que pretenden dar una pátina de autoridad a una panda de delincuentes.
Y que nadie olvide que para las nuevas generaciones de posibles terroristas, que sus mayores salgan de la cárcel sin cumplir sus condenas –o directamente ni siquiera entren, como los que viven en Suramérica– es un estímulo para seguir sus pasos porque ven que hagan lo que hagan, al final tendrán una salida, un proceso y vuelta a empezar. Basta ya.
Casualmente, la carta coincide en el tiempo con el traslado a Martutene de Arnaldo Otegi, la liberación de Rafa Díez Usabiaga, la no petición de detención de ‘Josu Ternera’ o la desaparición de De Juana. El sagaz ministro nos vende sus maniobras como una estrategia para dividir a los presos de ETA y así debilitar a la banda. Yo le diría a Rubalcaba que tenga cuidado y que no olvide que cualquier actuación política debe estar siempre regida por la ética, ese concepto tan anticuado que se supone que guía el comportamiento moral hacia la búsqueda del bien, en este caso colectivo.
¿Acaso él considera un bien que los terroristas y sus acólitos sigan campando a sus anchas en las instituciones del País Vasco?
En cuanto a la denominación de los presos como «históricos», agradecería muchísimo que alguienme explicase qué quiere decir semejante calificativo. ¿Que pertenecen al pasado? ¿Que su trayectoria es tan gloriosa que merecen pasar a la Historia? Puede que sean históricos, pero los efectos de sus crímenes perduran hasta hoy y lo harán en el futuro en el dolor de cada uno de los familiares de las personas a las que ataron, en la perversión que sembraron en la convivencia de los ciudadanos vascos y en la alteración que produjeron en el devenir de la democracia española.
Decía Aristóteles que la virtud más importante es la Justicia. Si los terroristas son sinceros en querer resarcir a sus víctimas –puesto que no pueden devolverles la vida que les arrebataron– la única forma que tienen de demostrarlo es aceptar que se haga Justicia y estar dispuestos a cumplir sus condenas. El perdón –si es que alguien perdona– no sustituye a la Justicia. Lo ha dicho el Papa la semana pasada en Lisboa. Y el Estado de Derecho tiene la obligación de hacer que la Justicia se aplique. Basta ya de inmorales cambalaches. Basta ya de impunidad. Basta ya de excarcelaciones arbitrarias. Déjennos de eufemismos «históricos» que pretenden dar una pátina de autoridad a una panda de delincuentes.
Y que nadie olvide que para las nuevas generaciones de posibles terroristas, que sus mayores salgan de la cárcel sin cumplir sus condenas –o directamente ni siquiera entren, como los que viven en Suramérica– es un estímulo para seguir sus pasos porque ven que hagan lo que hagan, al final tendrán una salida, un proceso y vuelta a empezar. Basta ya.
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