La doctrina Parot es el siguiente objetivo a batir por los terroristas con el inestimable apoyo de las autoridades guipuzcoanas, esas que pertenecen a una coalición legalizada in extremis por el Tribunal Constitucional. Ahora, ese mismo Tribunal ha tenido a bien posponer a después del verano las deliberaciones sobre si estima o no las 24 peticiones de amparo que le han realizado los más crueles y monstruosos asesinos en serie que existen en España.
Con toda seguridad habrá numerosos razonamientos jurídicos para no aplicar la doctrina Parot pero seguro que los hay también para hacerlo. Dependerá de la voluntad de los jueces, de su ecuanimidad o de su posición previa, de su intención de implicarse en la arrasadora corriente puesta en marcha para borrar toda huella de la existencia del terrorismo en España, integrando en la sociedad a los criminales, reconvirtiéndolos en respetables ciudadanos, padres de la patria y héroes para sus seguidores. Visto el aciago precedente de la coalición-tapadera bendecida por el más alto tribunal, el temor a que en poco tiempo decenas de etarras, los peores -si es que se puede catalogar el grado de maldad de esa escoria-, empiecen a salir de la cárcel en loor de multitud, está más que justificado.
El entreguismo político y jurídico que estamos padeciendo es demoledor para las víctimas del terrorismo, expuestas a una constante zozobra, intranquilidad y desconfianza hacia gobernantes e instituciones que traicionan el derecho fundamental a la persecución del delito y a la aplicación efectiva de la Justicia que tenemos, como cualquier otro español.
Contemplamos cómo la política -una consideración que se debe negar categóricamente a los terroristas- impregna muchas de las decisiones que se toman con respecto a ellos, en detrimento incluso de la ley. Sabemos que a lo largo de los años, por conveniencia, se ha dejado a ciertos terroristas huir o no se les ha detenido para negociar. Sabemos que no se han solicitado extradiciones, que se han dejado prescribir delitos por negligencia, desidia o algo peor, que hay más de 300 asesinatos sin resolver.
Y, ahora, nos encontramos con que el fin del terrorismo se entiende como un portazo al pasado que exige la libertad de los asesinos y el olvido de sus crímenes y con que, nuevamente, las víctimas son un elemento perturbador y molesto que conviene arrinconar, eso sí, con fatuos y hueros homenajes.
¿Y todo para qué? Para construir un idílico futuro en paz. Un idílico futuro que vislumbraremos en apenas dos años, cuando el PNV -ese que chantajeó al Gobierno exigiéndole la legalización de Bildu para apoyar los presupuestos- y la ETA legal, se hagan con el Gobierno vasco e inicien una marcha triunfal hacia la independencia, abanderados por todos los ex etarras excarcelados por el Tribunal Constitucional, la vanguardia de los gudaris, que tendrán la mejor de las recompensas por sus servicios: la satisfacción del deber cumplido y del objetivo conseguido. Su guerra no habrá sido en balde, nuestros muertos, sí.
Carta publicada en el diario El Mundo de 4 de agosto de 2011 por Ana Velasco Vidal-Abarca, hija del comandante Jesús Velasco Zuazola, carlista y jefe de los Miñones alaveses (Policía Foral de Álava), asesinado por ETA en 1980. Hoy además, día de la Virgen Blanca, patrona de Vitoria, (aniversario de tres atentados de ETA, con cuatro víctimas mortales, en uno de ellos falleció la última niña asesinada por ETA) los concejales de ETA-Bildu en el ayuntamiento de Vitoria han tomado protagonismo por haber invitado a la balconada del ayuntamiento de Vitoria a miembros de organizaciones de apoyo a los asesinos de ETA. Organizaciones sin apenas presencia en Vitoria ni en Álava, venidas de fuera mientras muchos verdaderos alaveses han tenido que abandonar su tierra perseguidos por el nazionalismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario