El recordado e inigualable Carlos Etayo en su incasable labor de denuncia de la conspiración mundialista siempre adjudicaba al nefasto Nuevo Orden Mundial el calificativo de "cínico" por encima de otras consideraciones. Para ahondar en ello echaba mano de proverbiales ejemplos, como la denuncia que la conspiración mundialista hace de cualquier régimen antisubversivo mientras concede carta de naturaleza y normalidad a las tiranías comunistas. En el caso de los recientes acontecimientos en Honduras la situación alcanza el paroxismo. Las agencias de noticias han dado la noticia el reciente 3 de septiembre de que EE.UU. suspende ayuda económica a Honduras al tiempo que anuncia "el endurecimiento de su postura ante el gobierno de Honduras", señalando que "no estará en capacidad de respaldar los resultados de las elecciones previstas". Es decir, que el país adalid de la partitocracia no reconocerá el resultado electoral, contradiciendo el juicio superficial emitido por los que pensaban que el gobierno ZP iba a quedar en entredicho tras las elecciones previstas, que supuestamente iban a ser reconocidas por todo el mundo. La cosa tiene mucha más miga, y necesariamente hay que partir de la premisa del cinismo del N.O.M. Hay que destacar, además, que el presidente legalmente derrocado, el criptomarxista Zelaya, ha sido el promotor de estas medidas, que suponen un gesto que objetivamente perjudicará a los intereses sociales y económicos de todos los hondureños, más por el temor al aislamiento que propicia que por la dependencia de las pequeñas y condicionadas ayudas económicas.
La implicación directa de EE.UU. en favor del golpista Zelaya va contra la legalidad y el Estado de Derecho. Sin que estos sean principios absolutos a preservar a toda costa el gobierno provisional de Micheletti no es más que fruto de una orden judicial que mandó la anulación de un acto despótico, de acuerdo con la ley vigente. Aunque bien es cierto que detrás de la ley quebrantada había un proyecto mucho más ambicioso de llevar a Honduras por el camino de la izquierda neomarxista y antihispánica. Esta sería razón moral suficiente (y más importante que el mero ordenamiento positivo, que aún así ha sido violado) para derrocar a Zelaya. Sin embargo EE.UU. se supone que sólo atiende a razones de legalidad de facto, y que en la nueva era inaugurada por Obama se iba a mantener al margen de injerencias en otros países. Curiosamente la presión contra Honduras coincide en el tiempo con la apertura a las relaciones con Cuba, levantando restricciones a los viajes y al dinero a gastar a la Isla-cárcel. Obama está siendo llamativamente opaco en cuanto al planteamiento de su acción política exterior en el continente americano, pero durante el proceso electoral estadounidense afirmó textualmente el 14-VII-2008: "Creo que hay posibilidades tanto para zanahorias como para garrote (incentivos y mano dura) de forma que puedan fortalecer los intereses estadounidenses en la región".
La nueva hoja de ruta en el continente estará presidida por el cinismo, como en todos los gobiernos gringos, pero con caracteres propios. Ante todo, la primacía de los intereses propios de Estados Unidos en toda América. Y después intentará una coexistencia amigable con los tiranos (el actual gobierno provisional de Honduras está mucho más avanzado en cuanto a las llamadas libertades civiles y democráticas que Venezuela o Cuba) para controlarlos con más facilidad --zanahorias-- al tiempo que se mostrará inflexible --garrotes-- ante cualquier gobierno de autoridad o que se oponga a la implantación de la revolución cultural progresista que exportará (abortismo, laicismo, políticas antifamiliares, etc.) como uno de los principales rasgos identitarios de su mandato.
Honduras ha sido la primera piedra de la desestabilización en Hispanoamérica amparada por Obama. Pero a la vista de los acontecimientos y de sus objetivos es muy probable que no sea la última.
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