miércoles, 28 de mayo de 2008

Afrancesados de ayer, europeístas de hoy

Monumento a Viçent Domenech, el Palleter, en las Torres de Quart, Valencia. Patriota valenciano que dió el primer grito contra la invasión europeísta y napoleónica en el Reino de Valencia.


La Comunión Tradicionalista en su secular oposición al europeísmo (los ejemplos más recientes la gran campaña nacional por el NO al tratado por el que se establecia una constitución para Europa) siempre ha señalado la continuidad entre los europeístas y los afrancesados. Así, fue Napoleón el primero que quiso establecer un proyecto de Europa políticamente unida bajo los principios revolucionarios que la gestaron, acabando con la identidad de los pueblos que componian la antigua Cristiandad. El proyecto europeizador de la segunda postguerra mundial tenia los mismos protagonistas franceses, cediendo timidamente pequeñas cotas de hegemonía bajo la coartada del "eje franco-alemán". Los fundamentos teóricos eran los mismos: crear una sociedad sin Dios en la que imperasen los principios racionalistas, ilustrados, economicistas; es decir, revolucionarios y liberales. Castizamente siempre entendió el fino sentido del pueblo español lo "europeo" como sinónimo de cambios contrarios a nuestra forma de ser secular. Lo que unido a la génesis histórica del concepto político de Europa como destrucción de la Cristiandad llevó muy pronto al Carlismo a identificar la magnitud de la amenaza. Además de las consideraciones religiosas la mera situación geoestratégica de Europa nunca puede ser integrar totalmente a las Españas, por más que obvias razones de índole geográfico (la mayor parte de las Españas no se encuentran en el continente euroasiatico) y cultural. Por último la planificación económica diseñada por las burocracias centralistas de Bruselas ha determinado la destrucción de nuestro tejido productivo, industrial y agrícola y la incapacidad de defender ciertos sectores como la pesca, así como el establecimiento de políticas contrarias a los trabajadores como la directiva Volkestein. Asimismo en el ámbito de la enseñanza la entrada en la UE ha sido un elemento esencial para imponer una visión anticristiana de la misma en las diversas programaciones estatales de la educación y mediante el proceso de Bolonia se está llevando a cabo un enorme proceso de precarización de la misma. Todo ello ha sido justificado por los gobiernos de turno en base a las ayudas condicionadas y temporales (ya desaparecidas) que tan mal han sido administradas y que para nada compensan el sacrificio sufrido por los sectores aludidos.

A dos siglos de la guerra de la Independencia el gobierno de ZP ha reivindicado el legado de los afrancesados. No es nada raro, siendo el socialista uno de los principales lobbies europeístas, sucesores de aquellos indignos españoles al servicio de ideales extranjeros. Desde Godoy y sus afrancesados los gobiernos débiles y antinacionales de España siempre han intentado buscar poderes extranjeros que los sustenten, en los poderes foráneos pretenden la consolidación de sus puestos y prebendas, a costa de nuestro pueblo. Y en ese afán son capaces de empeorar las condiciones una y otra vez. En el caso del actual gobierno su alianza de civilizaciones es perfectamente compatible con su frenesí europeísta ya que en su concepción anticristiana el Islam cabe perfectamente en el proyecto de construcción europeísta a través de la libertad religiosa y de cultos y de la integración de Turquía. El 20 de febrero de 2005 tras una brutal campaña institucional a la que se unió el PP (con lo que demuestran que sustancialmente nada diferencia a los dos partidos) pretendieron que el fracaso del referéndum -solo uno de cada cuatro españoles con derecho a voto optó por el sí- sobre el proyecto constitucional europeo fuese un impulso al mismo. Después de decaer el proyecto constitucional el gobierno socialista ha sido uno de los principales promotores del Tratado de Lisboa, que supone de facto la aprobación de la Constitución Europea, excepto en aspectos formales que agravan aún más la falta de protagonismo de España, pero sin referéndum previo. Curioso talante democrático. El Tratado de Lisboa concede a la Unión Europea personalidad jurídica (antes solo lo tenian las diversas Comunidades) con lo que se fortalece el centralismo bruxeliense y las macroestructuras de poder; consagra el laicismo a través de la masónica "carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea"; fortalece la política exterior de la UE con lo que en contenciosos como el de Malvinas necesariamente España toma parte por los enemigos de la Hispanidad; en consonancia con su espíritu liberal establece el despido libre y la precarización de las condiciones de trabajo, etc... Además por el ya aludido recurso a poderes extranjeros al que desde los afrancesados recurren los gobiernos carentes de legitimidad España ha perdido peso y poder específico en todas las instituciones comunitarias al concluir negociaciones de modo precipitado, renunciando a cualquier atisbo de dignidad nacional en pos de la aprobación inmediata del Tratado y no ha ejercitado ninguna cláusula de salvaguardia por la que podria no integrar algunas partes del derecho comunitario en defensa de los intereses nacionales.
Los carlistas por contra reivindicamos a los patriotas que se levantaron contra el invasor napoleónico y europeísta. Hace un siglo SMC Carlos VII dispuso que los tradicionalistas reivindicasemos el sentido neto del alzamiento popular contra Napoleón, salvando el honor del recuerdo de los patriotas antinapoleónicos con la publicación de estudios que reivindicaban la gesta y la celebración de grandes aplecs, como el de Manresa. Un siglo después continuamos en esa empresa de recuerdo y denunciamos y combatimos a pesar de la precariedad de nuestros medios actuales los efectos perniciosos que la europeización ha tenido sobre España.

Hay que hacer un esfuerzo para depurar el lenguaje de trampas semánticas y volver al sentido tradicional de los términos, con su carga simbólica y afectiva además de doctrinal. Europa no es un mero concepto geográfico sino ante todo una construcción sociológica, cultural y política que en España siempre fue sinónimo de costumbres y modos opuestos a los autóctonos. Y denunciar que los que se jactan de ser herederos de los afrancesados por la vía del europeísmo continúan la nefasta obra de los que hace 200 años colaboraron con los invasores. Contra la europeización anticristiana la Hispanidad Mariana.


Adenda:

33 España contra Europa
La cristiandad agonizante, en efecto, encontró por gracia de Dios un paladín frente a la Europa creciente entre 1517 y 1648 en las Españas. Era un puñado de pueblos, capitaneados por Castilla, como soldados del orden de ideas de la cristiandad mayor, y constituidos en una cierta cristiandad menor y de reserva, retaguardia fronteriza, arisca e indomable.
Eran pueblos varios dispersos, extraordinariamente diversos y esparcidos, mas unidos férreamente en dos solas cosas: la lealtad en el servicio al mismo rey, y la misión al servicio del mismo Dios. Difícil es enumerarlos. Baste recordar algunos ejemplos. Los cuatro reinos andaluces aportaron el caudal milenario de sus individualidades portentosamente adaptables a todo lo accidental. Las tribus vascas del Pirineo regalaron a la empresa su sentido de la pequeña comunidad. El solar de los pueblos astures, celtas y leoneses aportaron su vieja herencia goda y su fabulosa vocación organizativa de imperio, pasión de unidades demostrada por la egregia cabeza del máximo pensador portugués Jerónimo OSORIO. Aragón, cuna altísima de las libertades políticas, acopió su sentido práctico para la organización económica y jurídica de tradición romana. Nápoles y Sicilia acudieron con los más agudos pensadores que las Españas han tenido. Cerdeña se ganó con justeza los títulos de la lealtad más esclarecida entre todos los pueblos españoles. El Franco-Condado supo ser la trinchera avanzada donde alientan los españoles más españoles de que haya recuerdo...
En el siglo XVI, merced al entrenamiento ocho veces secular de la reconquista, estos pueblos fueron el bastión de la cristiandad frente a la Europa enemiga, y los solos en encontrarse diestros para la excelsa empresa de mantener la tradición cristiana.

34 Los que no somos europeos
Aquellos pueblos son nuestros pueblos. Por eso dimos el ejemplo de que por las aulas de Trento o por las cátedras de Salamanca, por las llanuras lombardas o por los pantanos flamencos, por las tierras nuevamente planeta ignorados casi por los geógrafos, hombres de varias lenguas, razas y talantes, teólogos o rudos, sabios o violentos, fuimos soldados de Cristo. Por humanos, capaces de caer en los pecados de la debilidad. Por hispanos, incapaces de pecar contra el primero de los mandamientos de la ley de Dios. Por ambas cosas, autores e intérpretes de una de las más grandes gestas de que guarda recuerdo la memoria de los hombres.
Cerrando filas, combatieron los españoles contra la Europa laicista que venía, en defensa de la cristiandad que agonizaba. Con una fe que movió montañas, luchamos en defensa de una ordenación social basada en libertades concretas. Porque no luchamos a tontas y a locas, sino dando testimonio sangriento del compromiso temporal que comportaba, como programa político, nuestra fe:
"Nosotros tuvimos un programa político con validez para el mundo entero. Nosotros, los que no somos europeos, los que vivimos aislados detrás de los Pirineos. Y no solamente lo tuvimos, sino que hicimos más: lo sostuvimos. Queríamos un mundo cuyas relaciones internacionales estuvieran asentadas, no sobre los débiles pactos surgidos de la convivencia del momento, de los atropellos unilaterales de los poderosos, sino que las bases del orden internacional se
cavaran en la idea de la universitas christiana"


¿QUE ES EL CARLISMO? (1971)
Edición cuidada por Francisco Elías de Tejada y Spínola, Rafael Gambra Ciudad y Francisco Puy Muñoz
Centro de Estudios Históricos y Políticos "General Zumalacárregui"
Escélicer, Madrid, 1971

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